Ama la verdad
N° 22 - Noviembre 2002
Queridos amigos,
En este mes de Noviembre, empezado con la fiesta de Todos loa Santos, proponemos la figura de S. Giuseppe Moscati, cuya fiesta se celebra el 16 de Noviembre, y una reflexión sobre nuestra santificación.
Giuseppe Moscati, el médico santo
El 25 de Julio de 1880 en Benevento nace de familia noble Giuseppe Moscati.
Desde los primeros años muestra una inteligencia muy perspicaz.
Sus padres le infunden una fuerte educación cristiana.
En 1897, cuando sólo tenía 17 años, consigue el diploma de bachillerato y sus profesores lo definen "la perla de los jóvenes".
Era todavía un muchacho cuando, mirando de su casa el Hospital de los Incurables de Napoli, siente su corazón rellenarse de piedad por el dolor que está dentro de aquellas paredes.
Se inscribe en la Facultad de Medicina para seguir su vocación a la caridad.
El 4 de Agosto de 1903 se licencia en medicina con las máximas calificaciones.
Empieza una carrera médico-científica muy prestigiosa.
A 30 años ya es una "celebridad" a nivel europeo.
En el verano de 1915 llega a ser director de las unidades militares de los Hospitales Reunidos y da clases de química fisiológica.
En 1920 llega a ser profesor de química clínica en la Facultad de medicina. En 1922 es libre docente de clínica médica general.
Ilustres colegas de la medicina, alumnos que ahora son médicos de valor están de acuerdo en afirmar que "el profesor Moscati es un clínico grande, maduro y completo"
No existe asunto de medicina que él no conozca a fondo.
Es uno de los primeros que profundizan los más modernos descubrimientos de la terapia, incluso la insulina para la cura de los diabéticos.
A menudo sus diagnosis parecen inverosímiles, como si tuviera los rayos X en los dedos.
A su competencia científica indiscutible une la luz superior de la fe y un don que le ha sido dado por lo alto, como a un privilegiado por Dios.
La fe es su secreto.
Aún era un adolescente, cuando Giuseppe Moscati ofreció a Dios el voto de virginidad para siempre
Desde aquel momento no tiene otro ideal que vivir para Jesús, en la oración, en la Comunión eucarística cotidiana, en el servicio muy competente y lleno di caridad hacia los enfermos.
"Tu amor, Jesús, - escribe - me hace sublime, me santifica y me dirige hacia todas las criaturas creadas a tu imagen".
Hacerse santo llega a ser su pasión en el "claustro" de la medicina a servicio de los que padecen, en los cuales él ve a Jesucristo: "Amemos al Señor desmesuradamente en el amor y en el dolor".
Trabaja sin tregua, su alma es sumergida en Dios.
Todos los días no puede prescindir de hacer dos cosas: participar al amanecer a la Misa y a la Comunión y visitar a sus enfermos en el hospital, en su consultorio, a domicilio, en la ciudad y en los alrededores.
Resiste gracias a la caridad. Nunca se preocupa del dinero: nunca pide su honorario, más bien a menudo paga él los gastos a los enfermos que son pobres.
"Los enfermos - escribe - representan a Jesús. Muchos desgraciados llegan en hospital porque así lo quiere la misericordia de Dios, que nos pide que se salven…
Dichosos nosotros los médicos si nos acordamos también de sus almas".
Con grande competencia, testimonia que el católico en su profesión sabe estar entre los primeros o ser el primero, siempre marcado por la fe vivida y atestiguada.
Se confiesa regular y frecuentemente, por su deseo intenso de pureza; su vida es una continua ascensión hacia la perfección.
En el día de Pentecostés de 1919 ofrece a Dios "el voto de víctima por el apostolado de bien espiritual para los demás".
Su celo nunca se para, es como si tuviera un "sexto sentido" y percibe el pecado en sus pacientes: "Yo me siento desgarrar el corazón pensando en que muchos están lejos de Dios: quiero llevarlos todos al Señor".
Si, por un lado, muchos lo veneran, por otro muchos lo persiguen y lo insultan, como ocurre a los verdaderos discípulos de Jesús.
Él no se cuida de esto y escribe: "Ama la verdad, muéstrate como eres sin falsedad.
Y si la Verdad te cuesta la persecución, acéptala; si te cuesta tormento, sopórtalo.
Y si tuvieras que sacrificar tu vida por la Verdad, que seas fuerte en el sacrificio". ( 17 de Octubre de 1922 ).
En su mundo brillante, vive como un monje, con Jesús como su único Amor:
"Nosotros pertenecemos al Cordero sin mancha.
La Castidad tiene que ser nuestro adorno, el signo de nuestra elección por Él, la figura de nuestra inmortalidad".
El 12 de Abril de 1927, después de un día lleno de trabajo, en silencio, de repente y sin una palabra sino sonriendo a Dios, muere.
Tiene sólo 47 años. En el Octubre de 1987, ante el sínodo por el apostolado de los laicos, Papa Juan Pablo II lo pone entre los santos.
Paolo
"He elegido todos los Santos como flores de buen olor pero con diferentes perfumes: a uno le he dado grande penitencia, a otro grande amor y dolor de mi Pasión, a otros gran arrepentimiento por sus pecados y ser penitentes ( virtud hermosa que imitar ), a otros el don de la oración continua que les hizo ser grandes Santos, a otros el don de acercar almas a mi Corazón y salvarlas con mi Gracia; y yo te he elegido, mi Leopoldo, para darte mi inmenso amor, los sufrimientos y el trabajo: esto es el camino que tienes que seguir para llegar a la tierra de los vivientes, donde tu Jesús te espera con amor".
( Fray Leopoldo, Diario, 14 de Septiembre de 1908 - Adoración - Mañana )