¡ Liberad al gigante!
N° 25 - Julio y Agosto 2003
Con este invitación - narra en un cuento suyo Louis De Wohl - en el 1200, Alberto Magno llamaba a sí mismo y a Tomás de Aquino para librar Aristóteles y su filosofía de las incrustaciones que les habían recubierto: así habría sido posible ver que fe y razón no se contradicen, que la razón dirige el camino hacia la fe y que la fe pensada se hace luz y vida para la existencia. Y el hombre habría sido salvado en este mundo y en el más allá.
Hoy, al principio del siglo XXI, el gigante que se debe librar no es Aristoteles, sino Jesucristo mismo: las tinieblas en que vivimos son tan grandes que hemos incrustado y desfigurado también a Él, de manera que no logramos más reconocerlo y acogerlo.
Soberbios hacia nosotros, hemos pensado que, a fin de cuentas, "el Cristo" representa lo mejor de los valores humanos, que ya nuestra naturaleza humana posee en sí misma, y que sólo es necesario volver a hallar estos valores y difundirlos para resolver el problema y obtener un mundo mejor.
De esta manera, hemos confundido a Jesús con el respeto del hombre, con la solidaridad, la paz, la ecología… y etcétera.
O bien, en la sociedad ahora ya multireligiosa de nuestros tiempos, preñados de ecumenismo alegre, hemos reducido a Jesús del mismo modo que un cualquier fundador de religión: nosotros hemos el nuestro, los demás los suyos, pero, en fin de cuentas, todo es lo mismo: es sólo una cuestión de nombres.
De esta manera, tenemos un vago humanismo en lugar del cristianismo, la indiferencia más completa en lugar de la Verdad, y ahora estamos viviendo en los tiempos más tristes que nunca.
¿Qué hacer? Sí, es necesario "librar al Gigante", que es sólo Jesucristo, librarlo de las pretensiones de nuestra soberbia y de nuestra indiferencia.
Volver a descubrir que Él no es sólo la síntesis de los valores humanos más altos, y ni siquiera es sólo un fundador, uno entre los muchos, de una religión noble.
Es indispensable descubrir otra vez que Él no es sólo un gigante como Aristóteles, "maestro de los que saben", sino que es el Hijo de Dios hecho hombre, Dios el mismo y, por lo tanto, la única Vía, la única Verdad, la única Vida ( Jn 14,6 ), el único Salvador del mundo y no está otro; que sólo por medio Suyo llegamos a Dios y somos salvados en este mundo y en el más allá.
Nosotros los católicos nunca podremos tolerar que Jesús, el Hombre-Dios, sea considerado igual que cualquier otro hombre, aunque sea el más grande, un gigante del espíritu.
Nosotros afirmamos con seguridad absoluta, más seguros que el sol existe, que Él es verdaderamente el único y verdadero Dios.
No existe un Dios vago, compatible con las ideas de todos, pero hay un solo Dios que se ha revelado en Jesucristo: "El que me ha visto - asegura Él - ha visto al Padre" ( Jn 14,9 ).
Todo ha sido hecho en los últimos tres siglos para eliminar a Jesús, para borrar su nombre de la historia, como si el hombre fuera capaz de sustituirlo.
Pero nosotros nunca nos haremos quitar a Jesús.
Como el profeta Zacarías en el Antiguo Testamento y Juan, el discípulo preferido, en la cumbre del Nuevo.
Dirigimos la mirada y nos acercamos más intensamente a El que sobre la cruz ha sido traspasado - Jesús de Nazaret ( Zc 12,10; Jn 19,37 ) y el tercer día resurgió, y es el Dios viviente, y lo proclamamos en voz alta y con la vida: "¡Tú solo el Señor, Tú solo el Altísimo, Jesucristo, Tú solo Dios!".
Sin Él, el invierno más duro.
Sólo con Él y de Él viene la primavera que esperamos por la humanidad y por la historia.
Paolo Risso