Jesus, nuestro rey

N° 11 - Novembre 2001

Queridos amigos,

Terminamos este mes el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey.

Porque Jesús es realmente rey de nuestra vida, ocurre una sincera y real conversión del corazón, reconocer con humildad, nuestra debilidad y recibir la fuerza de los Sacramentos, que Jesús mismo ha instituido para nosotros: sólo con Jesús el mundo podrá encontrar un futuro.

Jesus, nuestro rey

Y Pilatos Le dijo: "¿Entonces tú eres rey?".

Jesús respondió: "Tú lo dices: Yo soy rey.

Por esto Yo nací y vine en este mundo, para dar testimonio a la Verdad. Quien es de la Verdad, escucha mi voz". ( Jn 18,37 )

Ante al gobernador romano, Jesús, en su hora suprema, afirma ser Rey y que viene desde el Padre a proclamar la Verdad de Dios sobre el hombre y sobre el mundo.

La única Verdad que no admite otra, la Verdad absoluta y eterna, no una opinión. Pilatos es un escéptico - como muchos de ayer y hoy - y replica burlándose: "¿Qué es la Verdad?".

A los hombres como Pilatos le interesa sólo una "verdad" que sirva, que sea útil como el dinero, el placer o el poder, no la Verdad que pide ser reconocida y servida.

A su pregunta desdeñosa, nosotros respondemos, como San Agustín: "La verdad es el hombre que está delante de ti, Jesucristo".

Sí, la Verdad es Cristo.

Es Él mismo la Verdad que ha revelado: Dios, desde toda la eternidad, ha pensado y querido que el hombre y el mundo fueran guiados "en su Hijo Jesucristo", el hombre redimido del pecado y enriquecido de la Vida divina de la Gracia, por Jesús - y Él Crucificado - ; el hombre empeñado en transformar el mundo a imagen y semejanza de Jesús, encaminado hacia la vida eterna por el mismo Jesús Redentor.

Esta es la Verdad que Jesús revela y llama a difundir y a realizar: la primacía de Jesús sobre cada uno, sobre la sociedad y sobre le mundo.

Todo lo que existe es suyo porque, siendo Él Dios, todo es obra suya, porque cuando el hombre intentó alejarse de Él con el pecado, Él ha reconquistado todo, ha redimido todo con el sacrificio de la Cruz, con su Sangre.

Y es así que Jesús es el Rey eterno e Universal: el Rey de cada hombre, de toda realidad humana, de la sociedad, de la historia y de la eternidad.

" A mí me han dado todo poder en cielo y sobre la tierra" - proclama Jesús sin mentís, antes de que suba al cielo - "Andad y haced todos los pueblos mis discípulos" ( Mt. 28, 18-19 ).

Es verdad, su Reino no es de este mundo ( Jn 18, 36 ) y Él no toma el sitio de los políticos o de los tecnócratas, pero nada puede ser construido sobre la tierra y en los cielos sin Él, o aún peor, contra de Él: sería como la casa sobre la arena, cuya ruina es grande, fuera también un empero ( Mt. 7, 27 ).

Por esto, he aquí los pasos que tenemos que hacer.

Convertirnos del pecado a Él y donarLe la vida para que reine en nosotros.

HacerLo conocer y amar, para que todos pertenezcan a Él y vivan de Él, de su Vida divina.

Obrar para que Jesús reine en las familias, en la cultura, en la escuela, en el trabajo, en la política, en la sociedad entera.

En el plano de Dios "el orden verdadero del mundo" ( el "novus ordo saeculorum" ) nunca es el del oro, sino la primacía, la realeza de Cristo.

Es una tarea maravillosa e inmensa.

Ha empezado en el Calvario desde el divino Crucifijo.

Sigue hoy por obra suya y nuestra.

Aunque dure desde dos mil años, es como si empezara hoy al principio del tercer milenio y nunca termina.

O mejor, terminará en la última hora del mundo en el triunfo glorioso de Jesús y del Padre suyo: y de nosotros si hemos estados suyos.

Mientras tanto, desde hoy, empezando de mí: "¡JESUS TIENE QUE REINAR!". ( 1 Cor. 15,25 ).