Espiritualidad de las Santas Llagas

N° 18 - Junio 2002

Espiritualidad de las Santas Llagas

La preciosa Sangre brotada de las Llagas de Jesús nos ha purificado ( 1 Jn 1,7 ), ha purificado y santificado la Iglesia para presentarla a Él, el Redentor; toda resplandeciente, sin mancha ni arrugas, ni otros defectos, sino santa e inmaculada ( Ef 5 ).

Además es a precio de la Sangre de Jesús ( y por lo tanto de sus Llagas ) que Dios ha ganado la Iglesia ( Hechos 20,28 ).

"Vosotros habéis sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo" ( 1 Pd 1,18 ).

De esta manera, la Sangre brotada llega a ser el manantial de nuestra redención.

La espiritualidad de las Santas Llagas consiste no solo en unas prácticas devotas, sino incluye el mundo, lleva el mundo, intercede por el mundo, incita a que nos empeñemos a convertir los pecadores, a rezar para las almas del Purgatorio, para los moribundos, para la Iglesia, para las necesidades de la humanidad.

En la Adoración a Jesús Crucificado dejamos ( para borrarlo ) el pecado del mundo en las Llagas purificadoras y santificadoras de Jesús y las ofrecemos al Padre para la cura y la redención de toda la humanidad.

Se trata de una espiritualidad hecha a medida por nuestra época.

Ella es muy útil y es necesaria para vivir nuestra fe en lo cotidiano tan difícil, "tecnocratizado" y árido del tercer milenio.

Mientras el espíritu del mundo nos invade con el consumismo, el placer, la superficialidad, la mundanidad…, las santas Llagas nos invitan a entender mejor el precio y el manantial de la Redención.

Esta espiritualidad constantemente nos recuerda el grande amor del Padre ( Ef. 2,4 ) que de tal manera nos amó, que ha dado a su Hijo unigénito en sacrificio ( Jn. 3,16 ).

En esta época de la "mundialización", donde el planeta es casi un pueblo, las Llagas de Jesús nos invitan a ser sensibles a las llagas de nuestros hermanos y hermanas que sufren cerca de nosotros.

( Colección de reflexiones de un grupo de oración )

"Lo que es de Jesús, también es nuestro"

Con la solemnidad de la Santísima Trinidad hemos llegados al tiempo ordinario del año litúrgico.

Hemos celebrado la Navidad, la Epifania, la Cuaresma, la Semana Santa de la Pasión, la Pascua del Señor, su Ascensión al Cielo, la Pentecostés.

El nacimiento de Jesús, su vida escondida en Nazaret, su Sacrificio sobre la Cruz, su glorificación, todos sus "misterios" nos han pasados delante y han rellenado nuestro corazón y nuestra mente. ¿Y ahora?

La epísola a los Hebreos escribe: "[Jesús] por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio ( = su ofrecimiento, su adoración a Dios, su mediación a nuestro favor ) inmutable.

Por lo tanto puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" ( Heb. 7, 24-25 ).

Y aún más: "Por esto Él es el mediador de una nueva alianza" ( Heb 11,14 ).

"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos" ( Heb. 13,8 ), afirmación solemne a la cual la Liturgía de la velada pascual añade: "A Él pertenecen los tiempos y los siglos".

Tratando de los "misterios" de Jesús, su llegada en el mundo, aún más que su sacrificio sobre la cruz, la Epístola a los Hebreos habla de Él al presente ( "Jesús queda para siempre", "siempre es vivo intercedendo por nosotros", "es el Mediator de una nueva alianza", "Jesús es hoy" ), como de un hecho real en todos los tiempos, que va más allá de los tiempos, contemporáneo de cada hombre, de cada generación en la historia.

Jesús mismo, por primero, había asecurado: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" ( Mt. 28-20 ).

Jesús es Hijo de Dios y por lo tanto no puede ser sólo de ayer, sino de hoy y de mañana: Él es para siempre, es el Presente, el Contemporáneo de cada hombre.

Jesús hoy es Cura y Hostia, glorioso pero siempre la Víctima sacrifical ofrecida al Padre por su gloria y por nuestra redención.

Resulta que también en el tiempo ordinario del año litúrgico, Él es presente con sus misterios de incarnación, pasión, muerte y resurrección, maravillosa realidad de hoy, en cada instante de nuestra vida.

"El hoy humano - escribe el Santo Padre Juan Pablo II - de esta manera está dentro del hoy de Cristo Redentor. Este hoy de Cristo está hundido en toda la historia, en el pasado, en el porvenir del mundo y de cada hombre".

Por lo tanto, en este tiempo ordinario no hay espacio para el aburrimiento porque "Jesús permanece para siempre, es vivo y obra, adora al Padre e intercede por nosotros al Padre, nos comunica si mismo, nos dona la realidad de sus misterios, su vida divina en nosotros.

Tenemos que conocerlo, aceptarlo, dejarlo entrar en nuestra vida.

La realidad de Jesús es nuestra porque Él, incitado por el amor del Padre, todo ha hecho y ha sufrido por nosotros: "Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia" ( Jn 10,10 ).

Su realidad es nuestra porque en cada momento Él se ha presentado como nuestro modelo, enseñándonos el camino de nuestra santificación con su vida y sus palabras.

Pues no sólo modelo y regla exterior es Cristo para nosotros, sino es nuestra vida misma: "Para mí el vivir es Cristo" ( Fil. 1,21 ), porque desde toda la eternidad Dios nos pensó y quiso "en Él", hundidos en Él como los sarmientos de la vid ( Jn 1, 1-10 ).

Desde el día de nuestro Bautismo - y luego cada vez más a través de la conversión continua a Él en el Sacramento de la Confesión, y aún más por medio de la Eucaristía que es Él mismo de persona - somos llamados a vivir en la gracia santificadora de su misma vida divina y, por lo tanto, Jesucristo, en la comunión con Él, si lo aceptamos, llega a ser nuestro y nosotros somos suyos, una cosa sola con Él.

En el tiempo ordinario, después de haberlos contemplados, somos llamados a descubrir de manera más profunda los misterios de Cristo y a hacerlos nuestros, porque todo lo que es suyo es nuestro y cada uno de nosotros puede decir con Aurelio Cassiodoro: "En aquel momento saré suyo, cuando sea totalmente tuyo".

Paolo

Del Diario de Fray Leopoldo:

"No quiero que descuides tus tareas, pero en los intervalos haz tesoro de tu tiempo, corre, vuela a mí, tu Jesús Crucificado; ¡No quiero estar sin tí!" ( 20 de Julio 1909 - 3.45 horas de la mañana - Adoración al Santísimo Crucifijo ).

Del Diario de Fray Leopoldo:

"Ve, hijo mío, ve a tomar un trabajo.

Yo, tu Jesús, querrías que te quedaras todo el día aquí conversando y escribiendo, pero no puedes; haz tus tareas; bendigo a tí y a todos los Adoradores; y acuérdate de esto todo el día: ¡amor por amor!"

( 16 de octubre 1909 - Sábado por la mañana, 3.30 horas - Adoración al Santísimo Crucifijo ).