Mi vida en tu corazòn

N° 24 - Junio 2003

Mi corazón: lo más que llego a ser más viejo, lo más me doy cuenta que es un pobre corazón de hombre.

Cuando yo era más joven, deseaba ser amado, pues aún hoy lo deseo más que entonces.

Y no hay criatura alguna que se sienta amada como quisiera.

A fin de cuentas, siempre somos incomprendidos.

Mi corazón tiene sed de hermosura, de inocencia, de santidad, y se da cuenta de ser sólo un pobre "barullo" en donde se agitan las aspiraciones más nobles y se propagan las pasiones humanas.

Quisiera solo y siempre hacer bien, pero a menudo cae hacia el mal que, luego, llega a ser un tormento.

¡Qué contradicción, Dios mío!

Los años pasan y más crece en mi corazón un deseo atormentador de vida, de vida plena, de la totalidad de la vida - la vida que no muere - y experimenta cada día más un estremecimiento de muerte, la más destructiva ruina de sí y de todo. Las lágrimas, entonces, se hacen amargas y deprimentes.

Qué enigma es el hombre, el corazón del hombre: la existencia pasa y todavía no se conoce y nunca se sacia, atravesado en cada instante por el deseo del Infinito y del Eterno.

¿Quién es nuestra referencia? ¿Què hacer para hallar una respuesta, una solución, la paz?

Durante su camino, por medio de la singular gracia de Dios, el hombre puede encontrar a Jesucristo, el Hombre-Dios, el Intermediario entre Dios y los hombres.

He aquí su voz, su invitación: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" ( Mt 11,28 ).

"¡Desierto de la vida, o playa desolada,
suelo árido y caliente, sin árbores y flores,
lugar obscuro y triste, o desierta valle,
en que el hombre, obligado, marcha en el dolor!"

Es la verdadera constatación de una escritora de hoy. Pues esto no es todo.

Ella misma, extasiada por el encuentro con Jesús, invita:
"¡Sube! ¡Encontrarás, o sublime descubierta!
Encontrarás un corazón, ¡y es el Corazón de un Dios!
Allá todos pueden entrar. La puerta está abierta:
que todos vengan. La paz reina en este lugar".

El Corazón de Jesús: junio es su mes, a Él está dedicado, porque en esto está su fiesta litúrgica ( este año el 27 de Junio de 2003 ), pues toda la Revelación, toda la Liturgía, toda la historia de la Iglesia arden de Él, porque es el Centro que encanta, atrae y conquista.

En este Corazón de carne - que es Corazón de Dios - encuentro todo el amor que yo busco desde el día de mi nacimiento.

Me siento amado - amado hasta la efusión de su sangre, hasta la Cruz, hasta el infinito - sólo como un Dios sabe y puede amar.

Amor de amigo, de Hermano, de padre y madre juntos, de esposo de mi alma.

Amor tiernísimo, fuerte, eficaz, único. No soy "mal amado" nunca más, sino amado al infinido.

Así Él obra una transformación en mí: me acepta como yo soy, pues me cambia como Él quiere.

No tolera que yo haga compromisos con mi egoísmo y con mi pecado.

Para sacarme de mi mismo, me muestra el ardor implacabile de su amor junto al castigo - el infierno eterno - de la justicia divina, si vivo en el pecado.

Jesús me purifica, me hace suyo, me hace otro, a su imagen.

Me ayuda con su gracia y me da la inocencia de su ser divino, me hace digno de Él, digno de Dios.

Y en fin, este Corazón en que habita Dios en Su plenitud, hace difundir en mi corazón, turbado por la muerte, su desbordante Vida divina: la Gracia santificadora, el Espíritu Santo, la mirable Vida de la Trinidad, la vida misma que fluye en Él. Mi pequeño corazón. Aplastado por la muerte, se dilata en la vida y en la alegría de Dios: hoy, ya hoy, y mañana, en totalidad, en la vida eterna.

A este punto, yo me levanto de mi nada y tengo gana de cantar, aunque yo soy desentonadísimo

¿Què estoy cantando? Sólo Él, el Corazón de Cristo.

La "devoción" a Él, a este Corazón, que es dedición, consagración, oferta, empeño en la búsqueda de la perfección, intimidad con Él, - como escribió el servidor de Dios Papa Pio XII ( "Haurietis aquas", 15 de Mayo de 1956 ) - "es la máxima professión del Cristianismo".

Le digo - lo digo a todos - : "Mi corazón no tiene vida y experimenta que la vida se escapa, pero creo che tu Corazón tiene la vida, es la Vida que no muere. Por lo tanto, mi vida en tu Corazón". Es decir trahe me ad Te ipsum: estréchame a Tí.

Paolo Risso